Como cada mañana del curso, apresuradamente lleva a su hijo al colegio de primaria. Con su pequeña mochila a la espalda, se despide por espacio de unas horas de su madre, mientras ésta hace los últimos ajustes en la ropa que le ha puesto hoy, y le vuelve a colocar el rubio flequillo para que entre al cole el más guapo, como todos los días. Durante el corto trayecto en el que cruza el patio, su madre mira desde fuera de la verja del recinto. Pensando en cómo está creciendo de rápido, si estará agusto con sus compañeros, si tendrá un buen día y reirá, jugará....."a ver si se da la vuelta y le digo adios de nuevo.....". Como cada día, el pequeño se da la vuelta al llegar a la puerta donde están el resto de niños....como cada día, buscando a su madre entre todos los padres que están a lo lejos. Ambos vuelven a verse, vuelven a despedirse a lo lejos, ambos están diciendo, sin palabras, que se quieren y volverán pronto a verse, como cada día, sólo pasarán unas pocas horas hasta que por fín vuelvan a encontrarse. Él con sus ropitas mucho más sucias que cuando entró, con una hoja con un dibujo coloreado en una mano, deseando enseñar lo chulo que le ha quedado. Ella, viéndole venir sonriente, tan natural, tan inocente, tan frágil....tan adorable. Atrás quedan muchos días de preocupaciones, de sueño, de nervios, de tantas cosas. Por delante también vendrán bastantes, sin duda. Es lo normal. Pero a cada momento lo suyo. Por hoy, disfrutará un rato antes de llegar a casa, concediéndole un cuarto de hora en el parque de arena, antes de ir a comer. Mientras el sol acaricia sus cuerpos, uno construye castillos y se imagina todo tipo de historias. El otro, enseña a su madre que lo más simple, lo más cotidiano, puede llegar a ser el tesoro más valioso del mundo.
Para todos los que teneis algo así, para los que conoceis el amor verdadero, un pequeño texto de homenaje.